domingo, 14 de septiembre de 2008

Once again


Como te animaste? – le pregunté.
-La primera vez fue más difícil ...
Estas fueron las palabras de Raquel, que irradia pura felicidad a quienes tenemos la suerte de estar cerca.
Parece ser que hay muchas probabilidades de encontrar la felicidad en el segundo matrimonio si saben aprovecharse las lecciones. Se tiene mayores probabilidades de éxito que el primer matrimonio. Se aprende de las experiencias. Podés estar segura de que no sos la misma persona que eras cuando te casaste la primera. Y se supone que sabés más de vos misma y sobre la vida en general. Y sos más realista.
“Cuando terminaba de salir de la adolescencia, sentí que estaba capacitada para elegir a un compañero para toda la vida; pero éramos dos jóvenes en proceso de maduración que creíamos que podíamos crecer, emocionalmente juntos, con las mismas metas y con el mismo ritmo de desarrollo, sin embargo, nuestros caminos se separaron”.
Las expectativas de un segundo matrimonio son diferentes de las que se tuvieron en el primero, y mucho más realistas. Es difícil que, en un segundo intento, alguien se imagine que se está casando con un “ángel” o con un “príncipe azul”. Sabe, por dura e inolvidable experiencia, que se casa con un ser humano, lleno de defectos y virtudes, como él mismo, y que tendrá que hacer esfuerzos para adaptarse a él. Aún así, vale la pena realizarlo?
Hay errores que no se comenten .La diferencia es que es más fácil equivocarse la primera vez, que la segunda y, muchas veces, a través de la dura experiencia de un matrimonio fracasado, se aprende una lección importantísima en el arte de vivir: que la existencia humana es un proceso continuo de cambio, que somos cambiantes y que debemos aprender a vivir, no sólo con los cambios que realizamos, sino también con los de los demás.
Me encanta la actitud de Raquel, creo que el éxito de su relación se basa en perdonar el pasado, sin arrepentimientos: “Me alegra mucho haberme casado la primera vez. Lamento que haya terminado mal, pero fue una experiencia que me enriqueció como mujer. Ahora creo que me permitió madurar lo suficiente como para responder a las demandas de una nueva relación”.
Esta es una actitud saludable. La madurez no significa que ya no querés que te cuiden. La madurez es una calle de dos sentidos. Una de las mejores razones para casarse es el deseo de ser cuidado y de cuidar a otra persona.

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